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De una vida corruptible a una vida incorruptible...Jesús el hijo del hombre...A EL Cristo resucitado

Dos frases para entender El paso al otro lado

De una vida corruptible a una vida incorruptible... Jesús el hijo del hombre...A EL Cristo resucitado ...


el "aoristo", en la frase «el que vino por agua y sangre»,1 de Juan 5:8

exige dirigir la mirada a determinados acontecimientos históricos vinculados a la vida de Jesús sobre la tierra, expresados en la misión por la cual el padre lo envío.


En Juan 19:34, vemos que del costado de Jesús abierto por la lanza de uno de los soldados «salió sangre y agua». Un cuerpo muerto no sangra. En consecuencia, el cuerpo de Jesús ya tenía un derrame interior. Análisis médico científico, cree que Jesús no murió por agotamiento, ni por los golpes, ni por las 3 horas de crucifixión, sino que murió por las terribles experiencias físicas y emocionales que literalmente le produjeron el rompimiento del corazón. La sangre del corazón se mezcló con el líquido del pericardio que rodea el corazón. La lanza del soldado rompió el pericardio y brotó la mezcla de sangre y agua.


Ahí en ese instante en la Eternidad Nació la Iglesia.

Su cuerpo traspasado.

Broto el nuevo nacimiento; tres son los que dan testimonio

"el agua la Sangre y el espíritu..

tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres convienen en lo mismo. ... Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno."


Jesús nos sorprende incluso hasta el final de su vida terrenal. Nos entrega todo: su Cuerpo, su Sangre, el agua de su vida que brota para la vida eterna, cuyo pensamiento principal: “ofreciéndose a sí mismo”, y “hecho perfecto”. Como Sacerdote, no había ningún sacrificio inmaculado que pudiera ofrecer excepto Él mismo, así que se ofreció a Sí mismo. No se encontró ningún otro sacerdote digno de ofrecer tal sacrificio, así que Cristo se convirtió en tanto Sacerdote como cordero inmolado.


Esto nos recuerda las palabras de Cristo desde la cruz. Al pronunciar las tres primeras palabras desde la cruz, Jesús es un Sacerdote: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Está intercediendo por los sangrientos asesinos que le han clavado al madero. Entonces se vuelve al ladrón a Su lado y dice: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Está ministrando gracia a este revolucionario que admitió su necesidad.


Entonces a Su madre y a Juan el discípulo, que estaban al pie de la cruz, dijo: “Mujer, he ahí tu hijo”. Después dijo al discípulo: “He ahí tu madre” (Juan 19:26-27). Todavía es un Sacerdote, ministrando consolación a sus corazones, dándoselos la una al otro para cumplir la necesidad de la vida. Pero en este momento un cambio ocurrió. El sol fue escondido, y una extraña oscuridad cayó sobre la tierra.


Estaba pasando al otro lado...

De la muerte a su condición infinita donde habita la plenitud de la deidad. Dónde solo el Dios infinito habita y toma de si mismo la vida!


La primera palabra desde la cruz en medio de esa oscuridad es el terrible grito de abandono, el primer llorar huérfano de Emanuel: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Ahora ya no es un sacerdote; es el cordero llevado al matadero, ofrecido como un sacrificio en el altar de la cruz. Entonces de en medio de ese infierno ardiente de dolor, y la todavía más intensa angustia de espíritu, vienen las palabras: “¡Tengo sed!” (Juan 19:28).


Esto es seguido por los dos últimos gemidos desde la cruz, cuando con una gran voz al final de tres horas gritó: “¡Consumado es!” (Juan 19:30); y entonces: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). Inmediatamente, entregó el espíritu. En esas últimas palabras todavía es un sacrificio, habiendo completado la obra que el Padre le dio para hacer.


Su pensamiento expresado así:

No sólo se ofreció Cristo a Sí mismo como el sacrificio perfecto, sino que lo hizo “una vez para siempre”, ¡para siempre! La cruz es un acontecimiento intemporal. No es simplemente un incidente histórico el cual podemos ver al mirar hacia atrás. Es una intrusión de la eternidad en el tiempo. Es intemporal. Es como si estuviera ocurriendo para siempre y hubiera estado ocurriendo desde la fundación del mundo. Es, por lo tanto, una experiencia eternamente contemporánea.


Cada edad puede saber por sí misma el significado de esta cruz. Alcanza hacia atrás para abarcar toda la historia, para que se pueda decir que Jesús es “el Cordero que fue inmolado” desde el principio del mundo (Apocalipsis 13:8). Por tanto, todos aquellos del Antiguo Testamento que todavía no habían conocido la presentación histórica de Cristo podían ser salvos, tal y como somos salvos hoy en día, ya que la cruz alcanzó hacia atrás en el tiempo así mismo como para adelante. La cruz de Jesucristo, desde el punto de vista de Dios, es el acto central de la historia; todo fluye desde allí... Desde ese gran acontecimiento toda esperanza está fluyendo, toda luz está emanando; es a ello que todos los acontecimientos deben mirar para encontrar significado.


Jesucristo sacerdote Del Dios Altísimo Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, no sólo es el gran Sumo Sacerdote sino también el cordero inmolado expuesto a la crueldad del hombre..


No pretendió salvar su vida sino como sacrificio vivo

La perdió,

Para que nosotros la tomáramos...

Nadie que no entienda esto

El misterio de la Cruz

Su Amor infinito..

Podrá difícilmente conocer

A quien lo Salvó!


Su humillación al hacerse inferior a los Ángeles tomando la muerte por todos.

Resucitando coronado en Gloria y honor.

Es el Cristo que yo amo!

Y sirvo a sus pies.

Es el Mesías que regresará.




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